Entre los nobles durante los siglos pasados y sobre todo en la zona de Aragón donde predominaba como transmisión patrimonial el Mayorazgo,el primogénito varón heredaba el patrimonio familiar mientras destinaban el segundón a Dios, entregándole a un Monasterio para servicio de la Iglesia y mayor gloria de Dios, claro, que al interesado no le preguntaban, sino que ordenaban y era costumbre que ingresaran en un convento en la pubertad.
Vivieron en él de forman ininterrumpida 700 años desde su fundación hasta 1835 que con la Desamortización del ministro Mendizabal, fueron obligados a abandonar su monasterio que quedó abandonado cinco años, comprado posteriormente por una familia catalana que desde entonces gestiona este rico patrimonio.
En estos siete siglos el lugar ha conocido el florecimiento de distintos estilos arquitectónicos Mudéjar Románico, Gótico y Barroco.
Precisamente la historia que me cautivó se enclava en este último estilo arquitectónico, dado que el segundo varón de una familia noble era entregado a la Iglesia, ingresaban en la orden a la tierna edad de once u doce años, es de imaginar el dolor de la madre a la que se le pedía una sacrificio así ya que una vez dentro de la Orden se reducía a verlo a una visita anual de tan sólo media hora, es de imaginar asimismo el dolor del adolescente al que de pronto le privaban de libertad, de familia y del amor de su madre.
Su hijo tendría unidas en una la madre carnal y maternal a la que tanto añoraría y la divina, por lo menos esta madre tendría el consuelo de seguir velando por su hijo y su hijo el consuelo de contemplar el rostro de su madre.
¿No es increíble el amor materno?
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