En el siglo XVII era habitual usar mantilla de encaje por las clases pudientes y su uso se generalizó entre la alta burguesía y la nobleza durante el siglo XVIII como dan fe los cuadros de Francisco de Goya.
Tan española es nuestra prenda que fue usada por las féminas madrileñas para reprochar a una reina que no lo fuera, durante el efímero reinado de Amadeo de Saboya elegido democráticamente en un parlamento y que llegó en enero de 1871 a España de donde saldría amargamente desencantado tras abdicar en febrero de 1873, tan solo dos años donde la población española dejó patente que aunque los políticos lo quisieran, el pueblo, tan visceral él, no lo amó nunca.
Hoy en día el uso de esta famosa prenda queda reducida al ámbito de lo religioso en procesiones y actos de Semana Santa (de color negro por supuesto ) y en las bodas religiosas (admite otros colores aunque el habitual es el blanco o crema)
Colocar una mantilla es una empresa bastante dificil: Primero se recoge el cabello y se coloca el peinetón que debe esta firme y alineado con el cuello y la espalda en postura y erguida, luego se coloca cuidadosamente la mantilla de forma que ambas puntas queden a la misma altura un poco por delante de los hombros y con suficiente vuelo para que cubra laq parte delantera del peinetón por completo anclándola con multitud de horquillas invisibles dejando de caiga de forma natural.
Luego se ajusta la mantilla a la base del peinetón por detrás con pliegues simétricos dibujando un abanico que se ajustan con un broche, a partir del broche la mantilla cae en pliegues por la espalda hasta un poco más abajo de la cadera
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