Estas manos que se buscan pero que no se llegan
a unir, reflejan el amor no consumado de una de las parejas de leyenda de
nuestro país.
En
Teruel, esa pequeña gran ciudad que también existe, situada en el sur de Aragón
hoy en día es conocida por guardar dos grandes tesoros un Museo sobre la
memoria de los "lagartos terribles" Dinópolis (la ciudad de los
Dinosaurios) y el Mausoleo de Los Amantes de Teruel que es de quien quiero
contar la historia.
Según
la tradición al comienzo del siglo XIII vivían en la ciudad dos jóvenes Juan
Martinez de Marcilla, pero es conocido popularmente como Diego de Marcilla, e
Isabel de Segura enamorados cuya única dicha se fundaba en un futuro junto,
pero en aquél tiempo las mujeres no eran libres de decidir su destino y la
familia de Isabel rechazó al pretendiente por carecer de bienes, al solicitar
un tiempo para enriquecerse se lo concedieron pero sólo para alejarle de la
doncella, puesto que cuando Diego regresó la encontró convertida en la esposa
de Pedro Fernandez de Azagra hermano del señor de Albarracín, Diego
la suplicó un beso pero ella se lo negó ya que era mujer casada y el joven
falleció de dolor, al día siguiente cuando la comitiva del entierro
recorría la ciudad un mujer enlutada se acercó al féretro era Isabel queriendo
dar el beso negado y que le costó la vida a su amado, rota de dolor acercó sus
labios y al darle el beso expiró.
Ambos murieron de amor y
puestos de acuerdo las familias juntos los enterraron en el mismo Mausoleo y en
prenda y muestra que su amor fue casto y nunca mancillado sus manos de mármol
se buscan pero no se unen ya que su amor no fue consumado.
La
recreación de este amor tan grande que les lleva a la muerte ha inspirado a
grandes dramaturgos como Tirso de Molina y según se cree la tragedia de Romero
y Julieta del inmortal Shakespeare bien pudo tener en nuestros amantes su
inspiración en la música tenemos la ópera de Tomás Bretón.
Así
pues no es de extrañar que Teruel celebre todos los años el homenaje a estos
jóvenes amantes el tercer fin de semana de febrero.
Y
para quien dude de la tierna historia en el siglo XVI el notario Yagüe de Salas
mandó levantar los cuerpos (descubiertos en una capilla de la Iglesia de San
Pedro en 1555) y levantó Acta Notarial de las momias así como de su vida.
Tras
diversos panteones que no hacían honor a los cuerpos que alojaban en 1950 el
escultor Juan de Ävalos (autor entre otras grandes obras de las esculturas del
Valle de los Caidos) realizó el monumento actual en alabastro y
bronce donde reposan los restos de estos desdichados jóvenes con sus manos que
se buscan pero no se unieron.
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