Hoy en día la transexualidad no escandaliza a nadie, ni se entiende como enfermedad mental, sino que se le pone remedio corrigiendo el error que la Naturaleza cometió.
Desde el comienzo de los tiempos y en todas las clases sociales se ha dado este problema desde el emperador Heliogábalo (203-222) a la reina Cristina de Suecia, pasando la mencionada Juana de Arco y un personaje curioso que me llamó la atención:
Catalina de Erauso (1592-1650) más conocida como la monja alférez, fue mujer y soldado términos absolutamente contradictorios en el siglo de Oro Español.
Vagó durante años por la península de Valladolid a Bilbao usando siempre ropa y nombres de varón hasta llegar a Sanlúcar de Barrameda donde embarcó para hacer fortuna, como tantos otros, en las Américas, llegando a Perú se alistó como soldado.
Luchando en 1619 en Chile por la corona española contra los indios mapuches y demostrando ser fiero y hábil con las armas ganó el grado de alférez sin descubrir su auténtico género, pero en 1623 la suerte se le acabó y tras una pelea la detuvieron para evitar su ajusticiamiento confesó ser mujer, hecho que fue certificado por matronas, así como su virginidad, el obispo Agustin de Carvajal la protegió y la envió a España donde fue recibida por el rey Felipe IV quien confirmó su graduación militar y le dió el sobrenombre de la monja alférez, sus aventuras corrieron por toda Europa y el propio Papa Urbano VIII la recibió y la autorizó a seguir llevando ropa de varón.
En 1630 se trasladó a México donde residió hasta su muerte regentando un negocio de transporte de mercancías.
Como cotilleo (las biografías no dejan de serlo) a Catalina siempre la atrajeron las mujeres y en sus memorias confiesa aventuras lésbicas.
Fue uno de los pocos transexuales que en en los siglos pasados consiguieron vivir más menos una vida adecuada a como realmente se sentían.
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