viernes, 20 de enero de 2012

LA PLUMA

Todo comenzó cuando abrí el estuche que la contenía en su interior: estaba ELLA, la pluma soñada, mil historias que pugnaban por salir de su brillante plumín.
    En un acero y oro se reflejaban los cuentos que soñé.
    ¿Por cuál empezar?..., eso era quizás lo más difícil de determinar.
    La historia de los niños, de la mujer, de la esposa, las fantasías que adornaron mi infancia y juventud, las esperanzas de mi vejez o el presente de mi edad madura.
    Érase una vez...así comenzaban los cuentos en mi infancia...Érase una vez, una pequeña pluma con muchas historias que regalar, pasaba su triste existencia dentro de un gris mostrador, esperando, siempre esperando...a que alguien la comprara y ella despertando le regalara la magia que portaba, pero no llegaba nunca el día, mas la pequeña pluma no desesperaba.
    Llegará un día (se decía) en que alguien me necesitará tanto que pasaré a pertenecerle para siempre; mientras tanto, paciencia, sólo paciencia.
    Y así dejaba transcurrir sus días en una gris monotonía.
    Mas, cuando parecía que así siempre sería, unos ojos la miraron ávidos tras el sucio cristal: eran unos ojos sin edad, jóvenes porque brillaban con ilusión, pero viejos porque sabían que la ilusión daba paso siempre a la realidad, y que los cuentos sólo quedaban en los libros y en los niños; unos ojos tristes porque no podían expresar lo que llevaban dentro, y los ojos se enmarcaban en un rostro melancólico y juvenil..., y la pluma supo que le pertenecía, era él a quien llevaba largo tiempo esperando, él a quien el dolor de mil años parecía perseguirle, él, que llevaba el dolor del mundo en sus hombros.
    El escritor, pues eso intentaba, mientras tanto, contemplaba la pluma con doloroso anhelo, quien sabe, quizás esa era la solución, dejar la técnica a un lado, olvidándose del ordenador y recurrir a la vieja fórmula de siempre, escribir a mano y con tan bella pluma, quizás ella me haga autor de historias de donde hay un manantial ya seco.
    La pluma todo lo supo de él, supo de su dolor por no poder expresar todo lo que bullía en su interior, no podía encontrar las palabras que tradujesen su fértil imaginación y sufría por todo lo que no había escrito y que el mundo nunca conocería, pues poseía la vanidad innata del escritor de conseguir fama inmortal y reconocimiento mundano.
    La pluma se decía:¡quizás se decida!,¡oh sí, y entonces yo le ayudaré!, ¡le contaré historias y susurraré cuentos, que él crea salidos de sí pero que pertenecen de siempre, a mi mundo, a mi magia, y encontrará las palabras y sabrá enternecer a los hombres y encantar a los niños!
    Entra, me decía, entra y cómprame y poblaremos el mundo de los hombres de imágenes nunca vistas, te ayudaré a encontrar las palabras, pondré en orden tus ideas y corregiré tus errores, pues mi magia es tan vieja como el mundo y mi belleza, la ilusión que lo envuelve.
    Pero el rostro al otro lado del cristal seguía impasible, no entendía el lenguaje de la pluma, escribir como pintar, y no oía más que la voz de su Razón que opinaba que un gasto tan inútil como la pluma y tan caro, a esas alturas del mes, no se lo  podía permitir.
    Y con un suspiro de resignación y un triste encoger de hombros, desapareció del cristal.
    Y la pobre pluma, llorando la tinta de sus historias nunca contadas, le llamaba una y otra vez, con esa voz inaudible de los sueños y las ilusiones. ¡Vuelve, oh Triste!,¡vuelve y volaremos en mil mundos de fantasía, vuelve y sabrás las palabras que buscas, escribiremos tus sueños y tus dolores, las alegrías que escondes y las tristezas que dibujas!
    Pero él no se volvió y la pluma volvió a quedarse sola, esperando, siempre esperando, a aquél que sepa reconocer la magia y necesite de su ayuda para encontrar las palabras.

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